Foto por: Mouton Cadet JP
Por Miguel Larrimbe
Los vinos rosados viven un renacer en muchos mercados del mundo y el nuestro no es una excepción. Los consumidores los buscan cada vez mas y las bodegas se esmeran en su elaboración obteniendo excelentes resultados.
Durante mucho tiempo fueron denostados injustamente, dejados de lado en los comentarios de los especialistas y descalificados por los aficionados, aduciendo que carecen de la complejidad que pueden alcanzar los blancos y tintos. Razonamiento que parte del error de creer que sólo deben consumirse grandes vinos y que todos los días deberíamos sentarnos a la mesa y descorchar un vino especial. Olvidando que una de las facetas más atractivas del vino es su diversidad, que nos permite encontrar siempre el que se adapte al momento, a la compañía y al plato que se va a servir. Un bueno rosado puede ser sumamente agradable. Su aspecto visual es seguramente el más atractivo de todos los vinos, a excepción de los espumosos. Si se consume joven mostrará todo su carácter con una explosión de aromas frutados y un paladar donde la acidez refrescante, atractiva y frutada lo acompañará y le dará persistencia. No hay otro vino más indicado para ser bebido al aire libre en la primavera y verano siguiente a su nacimiento. Refrescado cerca de los 12 °C o 14 °C será sumamente disfrutable en un almuerzo o cena de verano. Pero además los rosados suelen tener una excelente relación calidad precio.
Más allá de los detractores, a nivel internacional son muchos los vinos rosados que más allá de las modas, han alcanzado una justificada fama y tienen nombre propio: el Rosé d'Anjou del Valle del Loire, los rosados de Rioja o el Cote de Provenza, seguramente el más conocido de los vinos rosados.
Sin embargo en los últimos años, los consumidores, tal vez aceptando que los rosados son los vinos que con más facilidad se adaptan a los platos cotidianos, han comenzado a revalorizarlos. Un buen rosado puede secundar con gracia pastas con salsas a base de tomate (pomarola o fileto), el pavo, el pollo, los pescados grasos como el salmón o la trucha, un atún grillado, ensaladas cocidas, tartas de verdura.
Existen varias formas de obtener un vino de color rosado, pero una sola de lograr un “vino rosado”. Un vino de color rosado se puede obtener mediante el agregado de vino tinto a un vino blanco, o fermentando en forma conjunta uvas blancas y tintas. Pero el resultado que se obtiene no tiene las características que definen un “vino rosado”. El verdadero vino rosado se obtiene únicamente por la fermentación de jugo de uvas tintas por separado de los hollejos, de manera que el vino tome algo del color de las uvas pero no la astringencia de los taninos. La fermentación del jugo se conduce como en el caso de los vinos blancos, a baja temperatura para conservar los aromas frutados y normalmente se evita la fermentación maloláctica para mantener un buen nivel de acidez. No se estacionan en barrica pues el contacto con la madera los oxida y les hace perder frescura y aromas. Se embotellan jóvenes para proteger sus delicados aromas y se les suele agregar una pequeña dosis de gas carbónico que les aporta una frescura adicional. A esos vinos se les llama vinos “de aguja” en España, los franceses le dicen “petillant” y son “frizzantes” según los italianos.
Cualidades de un buen rosado
Un buen rosado debería mostrar un color atractivo, con mucho brillo, una acidez firme que le de vivacidad y lo haga vibrar en boca y un aroma floral o frutado, pero sobre todo frescura. Su servicio debe hacerse en el entorno de los 14 °C.